Aunque no hablamos en inglés y no hemos enviado tropas a Afganistán. Aunque no tengamos la dicha de, haber sido liberados, por las siete bases americanas. Aunque en Chile y en Singapur se viva mucho mejor, por supuesto. Aunque no tengamos patrullas racistas por las calles como, tan convenientemente, tienen en Italia. Aunque no pertenezcamos a la OTAN, a la coalición, a la comunidad europea y esa mierda del FMI. Aun así, los argentinos persistimos en nuestra existencia. No contentos con está actitud hostil a los amos del mundo, tenemos una, tal vez modesta, cultura propia. Ni perfecta, ni un desastre. Una manera de hacer las cosas y de narrar el mundo. Hace unos días unos muchachos japoneses ganaron el mundial de tango. Vinieron a compartir el asombro de nuestro, casi imperceptible, aporte a la civilización. Entre las, no tan escasas, bellezas que hemos dado al mundo se encuentran algunas obras de arte. Hay blogs que, con toda precisión, pueden mencionar a centenares de artistas, que nos han creado miles de preciosas historietas. Cuando una historia de verdad se traduce en una expresión gráfica perfecta, nos hemos pasado, sin advertirlo, al terreno del arte mayor. Ustedes saben, sinfonías, catedrales, Brueghel, la Biblia de Gutemberg. El eternauta para bajar gratis, aunque, en este caso en particular, recomiendo comprar el librito al quiosquero del barrio, esperar a la llegada del verano y leer a la siesta, en el silencio, a la sombra, con vista a la vereda. Piensen que, el quiosquero, es de la burguesía nacional.
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