Que nadie diga que no me preparé bien. Llevaba unas chancletas “todo terreno”, una remera vieja y un gorrito para el sol. En un bolsito puse un par de botellas de agua, esas bolsitas que se guardan el fríser y que llevan la imagen de un oso polar y un par de sanguches de jamón y queso.
A mi mujer le dije: “Vuelvo cuando pueda”. Si seguía esperando, las consecuencias podían ser fatales, tener que pagar la tarifa altísima del colectivo sin subsidio, unos 20 pesos por semana.
Mi plan era hacerme fuerte en la cola resistir toda clase de violencia e intimidación. Mi lema era: “Con la tarjeta o sobre la tarjeta”.
Ya en el viaje la cosa venía mal, 35 grados se sensación térmica y el colectivo lleno. Al mediodía, no pude arreglar otro horario, Retiro estaba repleto de gente, era un hormiguero. Un hormiguero en guerra. El sol te calcinaba y te cegaba aun con los raiban puestos. En la estación, que era la de la línea Carapachay-Munro-su ruta, habían puesto un localcito y la cola arrancaba contra una pared.
No parecían tantos. Macanas, la cola seguía afuera, del otro lado de la estación. Afuera estaban en línea bajo el rayo del sol. “Muchos van a ir a para al hospital, después de un par de horas”, pensé.
Pero la verdad es que no eran tantos. De hecho, en cuanto me uní a la cola, vi que unos pibes que parecían ser usuarios no lo eran sino que pedían los datos y anotaban a la gente. Casi de inmediato un pibito sospechoso me tomó los datos, en cuanto se llevó mi documento lo miré de reojo. Podía ser de esos que se llevan los DNI para trampear elecciones, después de todo. No se puede confiar en nadie, mire, vea.
Supuse que el pibito, aunque no fuese ladrón de documentos, demoraría un montón en entrar los datos. Además los empleados públicos se ponen a comer y a decirles zonceras a las chicas. Más ahora que se está poniendo de moda esa boludez de San Valentín o como se llame.
2 minutos y medio después apareció el pibe con mis documentos. Esperaba que me dijera que la tarjeta me la iban a dar al otro día, a la noche o el mes que viene. ¿Cuándo vamos a ser un país en serio eh?
Me dijo que dentro del documento estaba la famosa tarjeta. Me está jodiendo, así son, se ríen de la gente los muy tránsfugas. Hace 4 minutos con 26 segundos y un par de centésimos que llegue a la cola. No hay ninguna tarjeta me está jodiendo el imberbe.
Pero no. La tarjeta estaba.
Sabia, ya de movida, que esto iba a terminar mal. ¿Dónde me iba a meter el bolsito con los sanguches? 5 minutos, 5 minutos, un día de semana cualquiera al mediodía en Retiro. 5 minutos.
Esos boludos de mierda del Clarín me cagaron otra vez.
Si, ya se, ¿Para que carajo les doy bola todavía si siempre te cagan?
Iría a este bunker que tienen al lado de la autopista y se las metería bien por el culo a la tarjeta y a las bolsas con el oso polar también.
Después caminé por Retiro y me pareció que los puestos esos truchos que venden cosas de plástico están menos plásticos que antes y que los choripanes están un poco, solamente un poco, menos grasosos de lo que eran en otros tiempos. En fin… |
Sinceramente no puedo, o mejor dicho; no quiero hacerme la idea de la mano extendida de un Bonelli o una Magdalena para tomar doscientos o trescientos mil de los grandes cada mes.
ResponderEliminarEs como salir de cobrar en el laburo y comprarte un departamento. Todos los meses o cada dos meses.
Ehhhh....
un amigo de web de la cole me comentó que compró cientos de tarjetas de subte, las de carton, por que suben de precio y vencen en el 2016.Entonces como suben todo el tiempo, que suban, compró para todo el año jajaja!
ResponderEliminarsaludos