Antes de que el rebrote mate decenas de miles y destroce al país.

No escribo porque no se bien que poner. Sabemos que ya murieron 44 mil o poco menos, sabemos que durante noviembre la curva había descendido y que en diciembre empezó a subir de nuevo. Todo el mundo hace llamados a la conciencia individual. Yo siempre les hago acordar a los amigos anarco-bolcheviques que si el pueblo quisiera terminar con el capitalismo sería suficiente con que una mayoría se negaran a pagar y a cobrar en el laburo, eso y munidos de un revolver chico. Los que apuestan a la conciencia de la masa, apuestan a un futuro que ya no vamos a ver. Por más que 500 millones de avisos, de tipos sabios, de recomendaciones y de lo que sea, te estén diciendo que te cuides, a los tipos a los que les importa un carajo, les va a seguir importando un carajo. Es posible que, detrás de lo que solemos llamar boludos en BA, existe una actitud destructiva y perversa. Es posible, dejemos que lo analicen los filósofos. Pero la verdad no se me ocurre que pueden hacer en Mar del Plata. Viven del turismo, la gente tiene que ir. Además la gente siempre va, siempre ha ido, siempre ha sido así. Aunque la gente no está obligada. Incluso recuerdo al comienzo de la pandemia cuando los tipos, por razones inescrutables, se desesperaban por ir a Villa Gessel y no los dejaban entrar. Digamos que en Mdp están obligados a abrir porque viven de eso. Eso les parece de lo más normal, laburar 3 meses y después emigrar o cagarse de hambre. Ser dueño de un negocio que gana plata 3 meses por año. De repente pasa algo y es como ver patear un hormiguero, porque no creo que las ganancias vayan a ser normales. Aun con una, eventualísima, buena temporada, va a quedar el tendal. La verdad es que llega un punto donde hasta los boludos, y recuerden que todo boludo es inmortal hasta que se nos va, terminan por asustarse. Es un muy buen momento para cagarse en las patas. Pero parece que no hay modo de hacer que los tipos se asusten. Porque a ellos no les va a pasar, a los puros de corazón los protege dios. ¿Cuántos tipos contagiados llevaron la peste a la costa? ¿Cuántos contagiados, presuntos jóvenes juerguistas, van a volver de las vacaciones? ¿Cuántos ansiosos por pasar las famosas fiestas de fin de año con papá y mamá los cagaron matando? Después de todo queremos que un boludo cambie cuando todos, casi todos, los medios, le están diciendo lo contrario. Me da la impresión, no puedo constatar eso, de que gente en muy mala situación se la aguanta, se queda en su casa, lugares que desgraciadamente no son una casa, mientras los loquillos, que viven en lugares cómodos en los que podrían pasársela viendo netflix durante años, se pone loca y tiene que salir. No solamente salir, eso no sería nada, hay un sector de la población que necesita salir y reunirse y emborracharse, tiene que ser ahora, no lo puede posponer. Por festejar el puto fin de año, que, en realidad, a nadie le importa. Me pregunto si los loquillos que ya mataron a sus abuelos, a los míos o a quien sea, se darán cuenta, si dormirán tranquilos por las noches, si me echaran la culpa a mí, al gobierno o la, mala, voluntad divina. Hay una parte de la población que no contagió a nadie, que, por ahí, si tiene conciencia pero quieren un estado débil, porque no vaya a ser cosa que te cobren un par de impuestos, porque queres tener a la gente en negro, que se jubilen con esta que tengo en la mano. El estado chico es muerte pero a mí no me importa porque bebo lavandina.