miércoles, 7 de julio de 2010

Un boicot internacional a Israel es el camino a la paz.

Buchón está camino a volverse una palabra amable en el idioma sueco. Por lo menos si la juventud del partido Conservador consigue lo que quiere.

Como protesta contra el bloqueo de los obreros portuarios, que impide el ingreso y la salida de productos hacia Israel, los jóvenes conservadores se han ofrecido como portuarios. De ese modo la expresión “buchón” va volverse muy fina.


La finura de los conservadores es tradicional. Cuando las discusiones a favor y en contra del régimen de apartheid sudafricano arreciaban, alrededor de 1976, el líder conservador de aquel entonces Ulf Adelshon tuvo un, si no brillante, al menos muy revelador punto de vista: “Si boicoteamos los productos sudafricanos los pobres negros se van a quedar sin trabajo”.


Los conservadores y una gran parte de la derecha, aunque no el partido liberal, estaban activamente en contra de que Suecia boicoteara a los sudafricanos a causa del apartheid. La batalla política sobre como debía Suecia situarse respecto de los regimenes racistas de Sudáfrica y Rhodesia quedó en el centro después de la masacre de Sharpeville el 21 de marzo de 1960, cuando la policía sudafricana mató a balazos a 69 manifestantes y dejó centenares de heridos. Si quieren buscar una fecha en la que esta batalla puede decirse ganada fue la gala de la ANC (African National Congress) en Gotemburgo en 1986, donde los principales rockeros de Suecia participaron, una buena propuesta. Pero antes de eso la lucha había sido dura.


No era que los conservadores, el resto de la derecha y sus medios de comunicación apoyaran abiertamente el apartheid. Con una excepción, el diario del noroeste de Scania que hablaba de la amenaza de los “rebeldes nativos” y acusaba a las organizaciones de solidaridad con el movimiento de liberación sudafricano de “darles armas a los negros”.


Sin embargo el apoyo de la derecha al apartheid tomaba medios indirectos.


Por ejemplo era una pena que los policías blancos fueran atacados por “hordas” o por “la chusma”. La cuestión era “complicada” y la izquierda “simplificaba”, ellos que habían estado en Sudáfrica sabían mucho mejor que hacer, el boicot perjudicaría a los más débiles y los que hablaban contra el apartheid eran “extremistas”, “sectarios”, “violentos” y “fuerzas antidemocráticas”. Los movimientos de liberación eran terroristas, lo cual a su vez resultaba una prueba de que los africanos no estaban “maduros” para la democracia y que vendría “el caos” si se imponía el voto secreto y universal en Rhodesia y Sudáfrica.


Además los defensores de Israel descartan indignados cualquier semejanza entre Israel y la antigua Sudáfrica.


Es cierto que hay diferencias. Israel ha matado y expulsado muchos más nativos que los blancos sudafricanos. En lo puramente formal la población de los territorios ocupados no son ciudadanos y nunca lo van a ser.


Pero sin duda los israelíes han declarado que los palestinos no pueden fundar su propio país y que las áreas ocupadas de Jerusalem y la margen occidental del Jordan pertenecen a Israel. 43 años de colonización de las zonas ocupadas hablan un lenguaje claro. Y naturalmente los millones de palestinos que están condenados a obedecer bajo la eterna ocupación israelí nunca van a conseguir derecho a voto y esto por una única y definitiva causa.


No son judíos.


La democracia israelí es tan condicional como lo era en los estados del apartheid, democracia solo para los blancos.
El estado racista sudafricano en principio no podía ser alcanzado por las sanciones internacionales porque los EEUU y Gran Bretaña bloqueaban al consejo de seguridad de la ONU con su veto (no porque fueran partidarios del apartheid, sino porque consideraban a los movimientos de liberación como comunistas, asimismo Nelson Mandela era terrorista). Pero lo que ocurrió fue que los movimientos de solidaridad en Europa y Norteamérica organizaron un boicot cada vez más amplio que arrastró a los políticos aun contra su voluntad. Así se quebró el sistema del apartheid y Nelson Mandela pasó de terrorista a presidente y premio nobel.


La reforma democrática no implicó que Sudáfrica “dejara de existir”, fue el apartheid lo que desapareció. Una parte de los blancos emigraron en protesta. Así como granjeros blancos hoy en día huyen de Zimbabwe (antes Rhodesia) a Sudáfrica. Una reforma democrática en el gran Israel tendría el mismo efecto.


Un hombre, un voto. ¿Alguien se opone? En este caso se necesitan mejores argumentos en los viejos conocidos sobre madurez, terroristas y extremistas. El problema es que por más que le busquen la vuelta no hay mejores argumentos.


Un boicot internacional a Israel parece ser el único camino posible a la paz y la democracia.


Y buchón nunca va a ser una palabra agradable en sueco.


¿Ha visto que patolandia no era nadie? Cayeron contra los yoyega sin haber siquiera pegado un par de patadas. Como corderos (Lamb) al matadero.

rr

El artículo es del periodista y escritor sueco Jan Guillou, famoso por haber escrito, entre otras cosas, la deschacharrante saga medieval sueca la “trilogía de Arn”, espero que nadie le avise que le afané y le traduje la nota que salió en el diario socialdemócrata “Aftonbladet” hace un par de días.

1 comentario:

  1. Ya me parecía que tal concisión y contundencia no podían ser suyos.

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Piensa mal y acertarás