miércoles, 12 de agosto de 2009

El eterno retorno del partido popular.


La política en la antigua Roma sigue caliente. Entren a este verdadero gran cuñado de la historia.
Capítulos anteriores…
http://elhombre3.blogspot.com/2009/08/los-montoneros-infiltraron-al-imperio.html
http://elhombre3.blogspot.com/2009/08/auge-del-montonerismo-en-la-antigua.html
http://elhombre3.blogspot.com/2009/08/tiemblen-gorilas-que-llega-el-general.html
http://elhombre3.blogspot.com/2009/08/mecanica-del-golpe-de-estado-en-roma.html

La oligarquía, por definición, es un sector numéricamente insignificante de la sociedad. Siempre debemos preguntarnos que pasó con los perdedores. Algunos de los burgueses del partido popular, como ya hemos visto, se volvieron fanáticos conversos de la dictadura, otros pasaron como el, siempre admirable, Sertorius a la guerrilla, y otros se quedaron, resguardados, lo mejor que pudieron, a la espera de tiempos mejores. Lo más parecido a un heredero que tuvo el dictador Sulla fue Gnaeus Pompeius a quien apodaban "el grande" por sus triunfos, siendo aun muy joven. Pompeius peleó por Sulla en la guerra civil, fue a España, a perseguir a Sertorius, este último le dio paliza tras paliza hasta que lo asesinaron a traición. A la vuelta a Italia se encontró con unos 5000 esclavos que escapaban de la derrota de Spartacus, y los masacró sin piedad. No tuvo mérito en ninguna de estas hazañas pero… ¿A quien le importa, si el Clarín dice que el tipo es un genio? Por cierto que, en realidad, llamarlo "magno" como Alejandro magno era una joda perversa de Sulla. Al igual que algún personaje de un reino al sur, 2000 años después, su mediocridad lo volvía el favorito de mucha gente. Y en 2000 años no hemos podido descubrir porque.
Crassus es, si se quiere, un personaje mediocre como Pompeius pero cuya imparable codicia, hiperactividad y tenacidad, lo convertían en algo diabólico. Uno de sus chistes característicos era la expulsión de campesinos de su tierra con el propósito de sembrar soja. No, perdón, los romanos no conocían ese maldito yuyo. Nadie me quita de la cabeza que, Crassus, estaba metido con la efedrina aunque no hayan podido probarlo.
El tercero en discordia es el joven Gaius Julius Caesar. Julius llevaba al partido popular en la sangre, la tía había sido la mujer de Marius, el General, y él estaba casado con la hija del demócrata Cinna, Sulla le ordenó que se divorciara y Julius se negó. No hay evidencia de que, algún otro, se haya animado a hacer eso.
En el año en que Pompeius y Crassus fueron cónsules se produjo la insurrección de Spartacus. Lo único que vamos a decir (en estos artículos sobre Roma) es que Spartacus, no era un integrante de la troupe de 100% lucha, era un líder revolucionario de primera magnitud, padre de todos los rebeldes que en el mundo han sido y de los que serán. Y que el heroico gladiador pensaba escapar, de Roma, con todos los cumpas y fundar la Unión Soviética en la Galia pero los muchachos prefirieron seguir quedándose, con todo lo que se pudiera, de los romanos. Spartacus eligió hacerse matar antes que abandonar a su gente.
En el sentido institucional Pompeius y Crassus, dos espadas de la oligarquía, se pusieron de acuerdo en seguida con Julius para restaurar la democracia. La clase media alta recobró su participación en el poder. Uno de los aspectos que no fue contemplado en la vuelta a la democracia fue lo que, en estos tiempos, llamamos "derechos humanos". Ni Pompeius, ni Crassus querían oír hablar de un pasado del que tenían mucho que explicar. Crease o no, la dictadura de Sulla había dejado alrededor de 30000 ejecuciones sin un verdadero juicio. Lo que constituía una iniquidad para un romano, aun mayor, de lo que es para nosotros.
Pompeius y Crassus cuentan, nada menos, que con los ejércitos de Roma, son dos triunfadores bien vistos por la oligarquía y por la clase media. ¿Y con que cuenta Julius? Con la herencia del partido popular. Con la memoria de Marius que vive en el corazón de su pueblo. Y con el propio Julius que, ya van a ver, no es poca cosa. El senado vuelve a quedar en el centro pero en pugna con los tribunos, censores y el sistema de justicia en manos de los equites. Si Leninus hubiera estado ahí hubiera dicho que, el doble poder, quedaba reestablecido.
Se que va a sonar extraño pero, en aquellos no-tan-buenos tiempos, los piratas, aparte de intercambiar archivos por Internet, tenían a todo el mediterráneo cagando. Los pícaros, pata de palo, habían cortado el suministro de alimentos a la mismísima Roma. Pompeius se hizo a la mar y en tres meses, no quedó ni el loro. Casi al mismo tiempo el, ya por todos conocido, rey Mithradates se vuelve a alzar contra Roma. Lucullus, tal vez el último general oligarca competente, lo tiene contra las cuerdas pero Pompeius consigue quedar al mando y convertirse en el conquistador de oriente.
En su declinación la oligarquía tiene, aun, una figura para presentar: Cato. Cato es el moralista intransigente, obsesionado por los detalles, con su atención centrada en alguna pulga de cuenta pública e ignorando, el elefante, del abuso en países enteros. Él mismo, es una caricatura de los severos líderes de la Roma campesina. El Don Quijote del antipueblo. Uno lo supone obeso y maltratado por las camas solares.
Finalmente la política de Julius y sus, para algunos, cuestionables métodos terminan por impulsar los juicios, contra los asesinos de la dictadura, y la reivindicación de Marius, Saturninus y otros héroes del partido popular.
Se dice que Catilina tenía muchos vicios, de ellos, el peor, era su desprecio por la vida humana. Tenía cualidades natas de líder y, en contra de lo se dice, no carecía de inteligencia, ni de cintura política. Catilina ejercía una indiscutible seducción sobre jóvenes de clase media, parecía poder manejarlos a su antojo, postergando a dirigentes más serios y más confiables. No tuvo problemas en pasar, de aristócrata, a convertirse en una especie de formación especial al servicio de los populares. Podía, para colmo en nombre de un ideal noble, hacer matar a sus enemigos e incluso a sus propios militantes sin ningún escrúpulo y, lo que es peor, sin un plan político. Llegado cierto punto, Catilina armó su propia orga, con el objeto de tomar el poder a como diera lugar. Si Julius y Crassus, que tenían motivo para querer armar una rebelión, apoyaron a Catilina o no, no se sabe a ciencia cierta. Lo que si, es seguro, es que Catilina era lo bastante temible para andar por la calle, en plena conspiración, sin que nadie se atreviera a actuar contra él. El punto débil de la intentona aventurera fue que, debido a contar con varios infiltrados en el grupo, los servicios del gobierno, sabían de antemano, cada paso de los conspiradores. Acosado, Catilina y sus militantes hallaron una muerte honorable, al arrojarse sobre las lanzas de sus perseguidores. A otros, les ha ido peor todavía, aunque hayan vivido más.
A todo esto Pompeius regresa de oriente y, en su eterna vacilación, termina, de nuevo, aliado con Crassus y Julius. Julius es cónsul ahora y, finalmente, logra asestarle a la oligarquía un golpe donde más duele. Impone la reforma agraria, una reforma discreta donde el estado compra tierras usando el superávit generado por las conquistas en oriente. Los romanos con más hijos tienen prioridad, los veteranos tienen prioridad y así. La oligarquía intenta la obstrucción parlamentaria, Julius ordena que los chicaneros sean llevados en andas a su casa.
Para cimentar su relación con Pompeius, Julius le entrega en matrimonio a su hija Julia. Lo que no es moco e' pavo, Julius es un hombre de multiples, tal vez demasiados, afectos pero Julia es la hija que tuvo con su primera mujer, aquella de la cual no quiso divorciarse.
Al término de su consulado Julius parte para la Galia.




PD1 Pienso que el perfil de Catilina va a generar polémica. Si alguno de los pacientes lectores, estuvo con Catilina y tiene otra imagen de él, que avise. 2000 años no son nada.




PD2 En el próximo artículo: ¡el partido populista en el poder!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Piensa mal y acertarás