El país de los Payasos se entiende más desde el racismo que desde la economía.

Siempre hubo racismo, siempre. El racismo de antes, el que conocimos en la época de la Libertadora y los 18 años de dictadura era más del tipo “doméstico”, la gente blanca y europea de la ciudad se enfrentaba al “aluvión zoológico” de los provincianos. El payuca, era medio indio, medio negro, vaya una a saber, había sido indoctrinado por Perón y los libros de texto que decían que Perón y Evita te amaban. De las profundidades de la pampa bárbara, del litoral guaranítico-paraguayo, del norte atrasado, del lejano sur chilote llegaban los “cabecitas negras”, ignorantes, llenos de hijos, futuros o actuales jóvenes delincuentes, destruyendo todo a su paso. Cuando el aspecto racial no da, aparece algún rasgo cultural. El hombre blanco, el europeo de raza superior se cultiva, no mira programas de negrada, con cumbia y gordas bailando, no señor, la clase media culta eleva su espíritu viendo a Intratables, leyendo Clarín, escuchando a Larrata en radio Mitre. Si dios no te ha dado el don de la piel blanca o de ojitos claros, podes acceder a formar parte de la gente fina, a través del puente mágico de la ideología retrograda. No hay sacrificio que el argentino blanco no haga con tal de diferenciarse del negro. Puede ser que el señor blanco se este fundiendo, que gane cada vez menos, pero ese sacrificio lo eleva, el hombre blanco nos dice: “Miren, miren lo que un europeo de pura raza puede hacer, con tal de no convertirse en un pobre negro”. Además el blanco, eso lo diferencia del indígena que es ingenuamente pragmático, tiene el, raro, invaluable tesoro de la esperanza: para mitad de año van a venir, no se, las inversiones, el petróleo de Arabia, una guerra mundial, en fin, algo que nos salve. Hay que creer para ver y si uno tiene suficiente fe, el milagro llega. En fin, si el gobierno hace los deberes y hace lo que tiene que hacer, porque, después de todo, otro camino no hay, pueden venir, seguramente, vendrán, tiempos difíciles pero, con mucho esfuerzo, la clase media propietaria puede hacer grandes esfuerzos, solamente necesita un teléfono y un sillón donde sentarse, las cosas van a cambiar, la economía va a rebotar, como lo ha hecho tantas veces, y después, bueno no importa. Lo importante es que las cosas se están haciendo bien ¿No lo dice el diario La Nazión? Eso no cambió, también en los lejanos 60 se esperaba que Ongania, porOngania, y su ministro Krieger Vasena ¿Cómo no le vas a creer a un tipo que se llama Krieger Vasena? Sería como no creerle a Alzogaray. ¡Qué nombres bonitos tiene la argentina blanca! PorOngania iba a venir una gran cosecha y nos salvábamos. Ahora la figura del negro ha cambiado, por suerte, nadie sabe bien como, el nivel de vida se elevó durante 12 años, pero fue todo un desastre, por suerte el nivel de vida se mantuvo lo suficientemente alto como para que vengan los latinoamericanos. Por suerte ahora la runfla retro-nazi ya tiene un objetivo en la vida. Sabiamente el gobierno blanco nos, valga la redundancia, aclara que son los jovencitos pardos los que cometen los crímenes. Fundirse y pasar las vacaciones en una lujosa pelopincho es lo de menos, ahora podes sentirte superior a los pibes de 14 años que van a pagar sus crímenes. Es un alivio. Ahora el hombre blanco, en su creciente miseria, puede aliviar su dolor, viéndolos caer. Hay cosas que el dinero no se puede comprar, ver como discriminan a un infeliz porque es morocho no tiene precio. En este caso se puede establecer un paralelo exacto con los white trash que votaron a Trump, tipos de clase media con ingresos por encima del promedio y nivel de educación por debajo del promedio. Una de las principales sino la principal característica de los votantes del Payaso es una opinión negativa sobre los pobres, los negros y los inmigrantes. Déjense de boludeces y escuchen a la clase media, piojos resucitados, comerciantes, pequeños propietarios, trabajadores más o menos calificados incluso docentes y universitarios. Inmigrantes, vendedores callejeros, son los que “arruinan el país” pregúntenles por los hospitales, te dicen que no funcionan porque “están llenos de bolivianos”. El problema es que esta no es la América de Trump, donde el racismo significa un crecimiento económico de la clase media. Acá el racismo no beneficia a los racistas. Hemos vivido la rebelión de la clase media con buenos sueldos y propiedades. Los peronistas perdieron porque beneficiaban a los pobres. Uno empieza a sospechar que no es la crisis lo que trae el racismo sino el racismo el que nos lleva a la crisis. A medida que la situación empeora, en vez de que los racistas se pongan a pensar y reconozcan ideas obvias y simples como las de nación (no La Nazión), el progreso (no la venta de porotos) y la ciudadanía, tenemos lo contrario, una creciente irracionalidad. Matar niños para que no les roben las propiedades que ya no tienen. A medida que el modelo avanza, los recursos se reducen, los racistas se nos ponen más racistas, pero más allá de los sentimientos, las emociones y lo que sea, el ajuste se profundiza.