lunes, 26 de septiembre de 2011

Década del 60: momentos paradisíacos de una época feliz.

Uno de mis tíos, no era pariente sanguíneo, era uno de esos tanos que llegaron al final de la segunda guerra mundial. Vivía en un rancho de madera, no uno de los de la villa, un rancho mal, una onda rancho de cartón. No tenía luz eléctrica. El agua salía del pozo y había que bombear a mano, un ejercicio bárbaro, otra que aerobics. Pero el agua, aunque tal vez estuviera contaminada, era dulce y fresca como de heladera y parecía agua mineral.
A unas pocas cuadras del rancho pasaba el río reconquista donde, por aquel entonces, se podía pescar y donde los pibes iban a darse un chapuzón en el verano. También se inundaba. A los pocos meses el tío, con la tía y sus dos hijas, se mudó a una casa de madera más normal. Tenía dos piezas de prefabricada villera, una cocina y el baño, este último era de un cemento oscuro sin revocar, ni hablar de azulejos y esas mariconadas, y daba bastante impresión bañarse ahí porque todo parecía cubierto por una gruesa capa de musgo.


Así debía ser el baño de Robin en los bosques de Sherwood.


Hace décadas que no hablo con mis primas pero de ese ambiente retro-futurista crecieron dos tipas finas de esas que llevan a sus hijos al colegio privado en el auto.


El otro tío había heredado una pieza de madera pero de esas de antes, es decir bien hecha, se hizo una par de piezas al lado que, dicen que el albañil estaba borracho, tenía las paredes en desnivel, no el piso en desnivel, dije: las paredes en desnivel. La última vez que estuve por ahí, las piezas estaban hechas mierda pero la pieza de madera seguía incólume. El problema era que la pieza de madera no les gustaba porque decían que el espíritu de la suegra, doña María, todavía revoloteaba por ahí. Y con esas cosas no se jode ¿Ha visto?


El baño del tío era una piecita de chapa al fondo del terreno con un inodoro hecho de cemento alisado, ni en la villa he visto un diseño tan ingenioso. Lo genial era un tacho grande de metal que el tío había convertido en ducha caliente para el verano. El piso del bañito estaba siniestramente hundido. Mi vieja, algo pretenciosa ella, decía que prefería hacer en la calle o, directamente, hacerse encima antes arriesgarse a caer a ese pozo del averno. Prejuicios.


El otro tío tiene algo de misterioso. Yo vivía cerca del hospital posadas y recuerdo, no tiene porque ser así pero es lo que recuerdo, que en las cercanías o en frente había una rotonda y ahí tenía mi tío un restaurante. Yo recuerdo haberlo visto en el restaurante atendiendo a la gente. La leyenda, es decir mi vieja, dice que el tío era burrero perdido y que, en los pies de algún pingo maldecido por los dioses, hizo cagar su restaurante. Que la viejita me perdone, dondequiera que esté, pero yo creo que el tío, aunque si era burrero, trabajaba de mozo.


La cuestión es que mozo o propietario pero arruinado el tío fue con la tía y sus tres hijos a vivir a ciudadela. Era un galpón gigantesco donde paraban camiones que descargaban papa y huevo.
Arriba del galpón habían armado un entre techo que estaba bastante alto pero aun así el lugar estaba siempre cubierto por una capa impenetrable de tierra de papa. En mi recuerdo el lugar huele a huevo podrido y mis viejos decían que fui yo el que bautizó el lugar como la “baticueva”.
El trabajo del tío consistía en ver los productos de gallina, decían los tres chiflados, a través de una luz y decidir, difícil arte, si estaban comestibles o si les pasaba algo, nunca supe qué, es más prefiero no preguntar.


Estos primos me caían bien, y como a casi toda la gente que me cae bien, les fue muy mal. El mayor se convirtió en alcohólico y siempre está en alguna clase de recuperación. La prima se consiguió uno de esos maridos que he visto en la villa o en el conventillo que conviven unos meses, dejan a las chicas con el bombo y se van. Y lo hacen varias veces. Y no pregunten porque las chicas siempre los reciben, porque son los maridos, porque las tratan bien y porque, en el fondo, las quieren.


No es traición, es cobardía.


Otro tío era el que estaba mejor. Había heredado un terreno y se había hecho una casa de puro material. Tenía baño. Él trabajaba de tachero y la tía era empleada de comercio. En el fondo, que era considerable, el tío se puso, dios sabrá con cuanto esfuerzo, una fábrica de zapatos. El tío, con la ayuda de un peón, se las rebuscaba para fabricar cientos de pares de zapatos y los llevaba él mismo en una vieja estanciera. La fabriquita sobrevivió a la horrenda depresión de fines de los 60 y prosperó durante los primeros 70. La fábrica murió con el Rodrigazo pero el tío logró ponerse un boliche que vendía zapatos. El tío apenas si supo lo que era irse de vacaciones o ir al cine, no tuvo televisión hasta fines de los 60 y la única diversión que le conocí era ir a cazar ranas.


Como se estarán imaginando este tío era peronista.


Mi abuela tenía dos hijas solteronas. Una lo era por haber estado enferma desde su juventud de reuma deformante, no se bien lo que es pero le decían así, y ya para la década del 60 estaba postrada en un sillón de ruedas. No se si por aquellos tiempos no había ya tratamientos mejores para la enfermedad. La otra tía se había quedado solterona por ser de esas muchachas que siempre se enamoran de “señores casados que, por algún motivo, jamás abandonan a sus mujeres”. Vivian en un chalet bastante decoroso hasta que la tía se enamoró de un tal José que, fiel a su nombre, se la cogió, se fue y encima les destrozó la casa para poner una carnicería. Y las carnicerías eran un pésimo negocio, en los tiempos de recesión y debacle la comida en general y la carne en particular es barata. Consulten con los viejitos, cuando el litro de leche valía 5 centavos la gente se cagaba de hambre.


Mi abuelo era un tipo genial. Le gustaba jugar a las cartas, fumar toscanos y beber. Esto último no era recomendable por aquellos tiempos, si ustedes creen que el whisky nacional es malo deberían haber probado el que había en aquella época, tenía gusto a kerosén con vinagre. Ya para aquel entonces el abuelo estaba bastante jodido.


La gente común como la que estoy mencionando no se jubilaba por aquella época, por eso muchos hablan de las jubilaciones altas y ese verso con la ridícula pretensión de dulcificar el pasado y es todo mentira. No existía el PAMI de modo que los viejitos tenían que ir y hacer cola en el hospital. Y les cuento, si estabas jodido, el médico, que no venía si no le pagabas, te recomendaba aguantar en tu casa porque en el hospital te cagabas muriendo.


Pero no me hagan caso, soy yo que lo dice de resentido.


Los sociólogos tienen cifras de aquella época y son una maravilla.


¿De que vivían los abuelos? En parte los tíos les pasaban unos mangos. Además las tías solteronas tenían máquinas de coser y le hacían trajes a las vecinas del barrio. Tenían un catálogo para la tela y de esas revistas con modelos y moldes y que-se-yo-que. Y cocían 14 horas por día. Y en la casa no se veía nada que fuera nuevo, que funcionara o que estuviera en buenas condiciones.


El único momento en la vida de esta gente que se la veía más o menos feliz y distendida era durante las fiestas de fin de año, también podía ser porque uno era niño pero a las fiestas se les daba mucho más importancia que ahora. Creo que en estos tiempos terribles en que vivimos la gente se junta y festeja más seguido. Para poder tomar el vino le echaban azúcar, limón, soda, juguito y cocacola. Escuchábamos a Zapata (eso ya lo describí en otro post) y a Antonio Prieto que era el que cantaba: "Blan-ca-y-radi-ante-va la novia" etcétera. Los tíos que tenían la casa de madera con el fantasma siempre terminaban peleados y dando alguna clase de espectáculo lamentable. Sería culpa de doña Maria, quien sabe.


A mi viejo le pasaba lo mismo que a mí y se aburría casi tanto como yo, lo que es mucho decir.


Las tías tenían miedo de nombrar a Perón pero, salvo el tío de la fábrica de zapatos, ninguno era peronista. Estaban demasiado atrasados de la cabeza para tener una definición así.


Hay algo que les voy a pedir que averigüen porque está más allá del límite de mi memoria y es si el gobierno de Frondizi llegó a pagar el 82%. Porque tengo cierto vago recuerdo de que se pagó el 82% y a los pocos meses el sistema quedó desfinanciado por los 45 años siguientes. Lástima que no me acordé de eso cuando se dio el debate por 82% sin financiamiento. No importa. Es otro tema.


La cuestión es que la década del 60 marca el quiebre entre el nivel de vida del primer mundo y de estos pagos. Los autos que teníamos eran de la década del 50. Al igual que esos equipos de música, no ese berreterio de los winco, que venían en un mueble coqueto con la radio de onda corta y un solo parlante grande. Los pocos que tenían teléfono, nadie que yo conociera, lo habían conseguido en los 50. Eso si, los empleados de ENTEL estaban bien, los puestos se heredaban de padres a hijos y, considerando que nadie tenía teléfono, el laburo debía ser fácil.


Me acuerdo que mis viejos alquilaron un departamento en la calle French. El barrio finoli todavía no era esa especie de Paris de cartón que es ahora. Mi viejo trabajaba en un laboratorio en la calle agüero y tenía dos laburos más. Me río porque cuando estuve preso la celda era más chica que el departamento pero mucho más luminosa.


Además tengo la sospecha de que hubo una epidemia ese año y que nadie nos avisó, aunque reconozco que la vacuna no existía ni a palos, tuve sarampión. Es probable que ese inverosímil demócrata Ilia o el simpático bigote Ongania no hayan querido interrumpir las clases por una minucia de epidemia de sarampión. Unos niños muertos estimulan el crecimiento.


Igual soy un viejo maligno, me gustaría que existiera el infierno para meterles a estos próceres un tridente por el culo.

2 comentarios:

  1. Compañero :

    Creo que tengo unos pocos años mas que usted y no me olvido de la gran epidemia de Polio, debido a la cual era dable observar a chicos de mi generacion lisiados. Por otra parte en la casa de mi primer infancia (antes del Primario), no teniamos los sanitarios actuales sino letrinas, lo cual como Ud sabra favorecia los musculos de las piernas.
    Ni hablar de la ducha, que era un adminiculo redondo en el cual se echaba querosen y esto calentaba malamente el agua.
    Eso si, como las calles era de tierra con zanjas a cada lado y no habia television nos pasabamos todo el dia jugando con los chicos de la cuadra. A pesar de todo eramos felices..
    Despues nos mudamos al centro por el laburo de mi viejo y la vida cambio, vino el club , el secundario y la militancia...el resto Ud lo conoce.

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  2. Qué épocas aquellas Don Chango. Yo vivía cerca del Reconquista también, y jugaba a la pelota en la villa sin problemas.
    Lo crucial era acomodar la antena en la terraza y desde abajo el grito de; -"No, más a la izquierda, que así el 7 y el 9 no se ven".
    Y que pedazo de mina la Lechuguita Faiad.

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