miércoles, 29 de julio de 2009

La victoria de Peron

El otro día leí algunas reflexiones en un blog, hablaban estos cumpas sobre la victoria de Peron en el siglo XX. Les mandé un mensajito definiéndome como un viejo marxista y, cuando cuadra, un poquitin leninista pero que podía dar fe de que el General se había morfado al siglo XX como si fuera el más sabroso choripan. El capitalismo no ha sido capaz de darle de comer a la gente, y no me vengan con el Canadá, los que suelen leer estas blogueadas, saben que hablo de todo el capitalismo y no de barrio norte. El socialismo ha sido aplastado por sus propias contradicciones y, donde no, ha terminado por reconvertirse a alguna forma de populismo.
Es difícil definir donde empieza y donde termina el populismo. ¿Son los talibanes, y otros cotures malísimos, populistas? ¿Son los chinos populistas? ¿Es Chavez populista? ¿Tienen algo en común? Defienden el estado-nación, y defienden alguna clase de programa de reformas sociales.
El populismo no es, no puede ser, una idea tan buena como el socialismo de Lenin pero tiene algunas ventajas, no corre el riesgo de convertirse en determinista (esa idea mecánica de que las cosas pasan siempre del mismo modo), puede apoyarse en todo tipo de creencia/cultura/tradición popular (musulmanes, peronistas, comunistas, indígenas, antifascistas de toda clase) sin tener que dar rodeos o disimular, puede pactar con diversos sectores de la burguesía sin ser absorbidos y, generalmente, sin claudicar.
La otra cosa importante es que el populismo siendo un movimiento de reformas existe siempre. La idea del movimiento es obvia, puede nuclear distintas organizaciones con objetivos distintos y, a veces, contrapuestos y hacerlas marchar juntas. El problema es que el movimiento también es un gigante débil pasible de ser desviado o utilizado por las fuerzas conservadoras.
Por supuesto que sería absurda la existencia del populismo sin la simétrica existencia de lo que Carlitos Marx llamaba "el partido del orden". Eva Peron los llamaba cipayos, vendepatria y cosas por el estilo. O, simplemente, oligarquía. Esta última es un grupo de señores unidos por la herencia y por los lazos entre si. Busquen un poco y van a descubrir que todo oligarca es pariente/socio/allegado a otro oligarca.
Demás está decir que en medio de los oligarcas y los populistas hay una nube de sectores que pueden ir a un lado o a otro.
Históricamente el partido "del orden" no siempre ha cumplido la misión destructiva y opresora que generalmente se le atribuye. En la antigua Roma los patricios oligarcas eran tipos que habían combatido en la guerra contra Anibal. En nuestro país Saenz Peña hizo varias cosas interesantes. Y hasta he leído el elogio de Feinman (el de página 12) al general Lanusse, un gorilonazo pero, viendo lo que vino después, queda como un estadista. Hay periodos de la historia donde a la oligarquía se le derrite su noble balero y empiezan a hacer desastres más allá de lo desastroso que es siempre un régimen oligárquico. Un buen ejemplo de esto último podría ser la administración de Macri que comparada con… ¡De la Rua! es una especie de catástrofe como el tsunami. El interés, por parte de los oligarcas, en la política es una señal de decadencia. Un oligarca de los de antes dejaba que otros les hicieran sus trabajos sucios. Los estilos políticos demagógicos y la política ultra personalizada, también.
La decadencia de la oligarquía nos trajo un gobierno populista. Lo que puede traer la caída del gobierno populista (o, directamente, popular) para una restauración oligárquica mejor ni pensarlo y si no me creen, miren a Macri.

2 comentarios:

  1. Maravilloso y esclarecedor. La verdad, que para algunos que no tenemos demasiado claro algunos conceptos como populismo, sus diferenciaciones son ultradidácticas. Sigo leyéndolo.

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  2. muy bueno..comparto cumpa y sigo leyendo el blog!

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Piensa mal y acertarás